martes, 27 de marzo de 2007

Perdon en Semana Santa.







El Perdón

Pbro. David Miguel trujillo

A eso de las 8 pm, cuando regresaba a casa luego de haber acompañado a una amiga, Luis Eduardo se topó con alguien que se identificó como policía mientras le pedía su identificación. Estaba lloviznando y a esa hora ya no había mucha gente por la calle. Lo cierto era que aquel hombre tenía apariencia de todo menos de ser un gendarme. Al principio Luis Eduardo dudó, pero en vista de que estaba por llover y quería llegar pronto a su casa, decidió mostrarle el documento en cuestión. El caso fue que, apenas había sacado su cartera del bolsillo cuando el supuesto policía se la arrebató de las manos llevándose en una sola carrera todo cuanto tenía. La noticia se corrió como pólvora por todo el pueblo…, a los días le dijeron que habían encontrado sus documentos personales y que conocían a aquel malhechor.

La cosa no pasó de ser un momento desagradable e incómodo. Pasaron algunas semanas y ya todo había vuelto a su normalidad; ya nada se recordaba de lo acontecido. Una noche, cuando Luis regresaba del trabajo en su vehículo se encontró con que alguien estaba gravemente herido, pues le habían apuñaleado en una riña callejera y requerían de un vehículo que lo trasladase al hospital con urgencia. Sin pensarlo dos veces, Luis se detuvo y se ofreció a prestar el servicio. Cual no sería su sorpresa cuando descubrió que aquel individuo era el asaltante que días antes le había despojado de sus pertenencias. La primera reacción fue de dejarlo allí tirado para que muriera desangrado. Pero pudo más su caridad y accedió llevarlo al hospital. En el camino no pudo evitar recordar el momento desagradable que aquel individuo le hizo pasar. Revivió todo lo acontecido e incluso pensó en sacarlo a colación a quienes iban acompañándolo, pero se contuvo y lo ofreció a Dios a manera de sacrificio. Además, el herido iba medio inconsciente y su dolor era más que evidente. Una vez llegado al hospital tuvieron que esperar a ser atendidos. La hermana del herido no dejaba de llorar y lamentarse. Luis decidió hacer todo lo que estaba a su alcance para ayudarlos. Les llevó a comprar ciertas medicinas que necesitaban y no se regresó hasta no asegurarse de que todo estaba en orden.

Al día siguiente, de regreso a casa, pasó a visitar al enfermo. Lo encontró estable y conciente. La hermana del enfermo, luego de abrazarlo y agradecerle nuevamente todo lo que había hecho por su hermano se lo presentó a éste. El otro como pudo le estrechó la mano sin percatarse de quien se trataba. Luis no dijo nada en aquel momento. Todo aquello le causaba una mezcla de tristeza e impotencia. Agradecía a Dios no estar en el pellejo de aquel hombre. No sabía qué hacer, por lo que prefirió esperar y hablar a solas con aquel individuo. Aprovechó un momento en que la joven salió de la habitación:

- Yo soy el mismo a quien tú hace unos días le robaste la cartera. Dijo Luis. Aquellas palabras desconcertaron al herido. No sabía qué decir.
- No estoy aquí para reprocharte lo que me hiciste, ni para tomar represalia. Quiero que sepas que te perdono y que espero no sigas haciendo más daño. Dios tiene sus métodos para que paguemos lo que debemos.

El joven no pudo abrir la boca. Se limitó a llorar. Luis salió de aquella habitación contento por haber hecho una obra de caridad. Se decía para sí mismo que Dios le podía perdonar sus pecados porque él estaba dispuesto a perdonar a quienes les causaban mal. En eso consiste el perdón cristiano, aquel del cual tanto hablamos; en no llevar cuentas de las injurias que nos causan los otros y en saber que por muy grandes que éstas sean, siempre serán mayores las ofensas que cometemos nosotros contra Dios.

No alberguemos en nuestros corazones sentimientos de rencor contra nadie; que podamos sentirnos libres de toda acción vengativa o retaliativa contra los que nos ofenden. Sólo de esa manera podríamos recibir de Dios el perdón que pedimos cada vez que rezamos el Padre Nuestro

1 comentario:

Cristian dijo...

que buena historia... gracias por compartirla. Bendiciones.